MIS REDES SOCIALES
ESCRÍBENOS
Sofía tiene 28 años. Vino a consulta el primer día sin saber muy bien qué contar. Una amiga le había hablado de su experiencia con una psicóloga de nuestro equipo y vio un cambio tan positivo en ella que se animó a llamarnos. “En realidad no me pasa nada, pero hay ciertas cosas que me gustaría conocer o mejorar de mi misma. En general podría decir que confío en mi, pero hay situaciones en las que me vuelvo tan pequeña que no sé cómo reaccionar, me pongo nerviosa y prefiero no participar porque creo que va a ser inútil `{`...`}` Además siempre estoy haciendo cosas por los demás, no sé decir que no aunque me venga fatal, y si lo hago me siento tan culpable que prefiero no hacerlo. En el trabajo estoy algo estancada. No estoy trabajando de lo que estudié y aunque no me desagrada no sé si me veo toda la vida trabajando en algo similar”
Baja autoestima, no saber decir que no, sentir emociones que no entiendo, discusiones familiares, inseguridad… A veces, no es necesaria la presencia de un trastorno para acudir al psicólogo.
El ejemplo de Sofía, lo vemos muy a menudo. Personas que venís a consulta sin objetivos muy claros, pero con ganas de mejorar, de conoceros, de confiar más en vosotros mismos, de entender el entorno que os rodea, de mejorar vuestra autoestima…
A veces, solo buscamos ayuda cuando hemos tocado fondo, cuando ya no sabemos qué hacer. Pero tenemos que despatologizar la psicología, esto es, acudir al psicólogo también cuando no hay trastorno, cuando estoy bien pero quiero estar mejor, cuando quiero sacar lo mejor de mismo, cuando mi autoestima es tan variable que ni yo mismo la entiendo.
Las áreas más comunes que podemos trabajar son: