MIS REDES SOCIALES
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Irene, de 32 años, perdió a su padre hace unos meses. Fue algo repentino que nadie esperaba. Tuvo que encargarse de todo el papeleo, la organización, y lo más difícil, apoyar emocionalmente a su madre y hermana. Cuando ocurrió no se permitió llorar, estaba tan ocupada haciendo otras cosas y cuidándolas que se le olvidó ocuparse de sí misma. Nos cuenta que no lo entiende, que pasó hace ya 9 meses pero que es ahora cuando aparecen las pesadillas, los pensamientos que no logra quitarse de la cabeza, la tristeza que no le permite gestionar su día a día. Cuando tiene momentos de estar a solas consigo misma, se hunde en la más profunda tristeza recordando a su padre y en lo trágico de la situación.
El duelo es el proceso psicológico ante cualquier pérdida. Toda persona ante una pérdida vive un período de duelo, a veces casi sin darse cuenta. El duelo puede ser por una ruptura, un abandono, una muerte, una ausencia… Es normal e inevitable sentirnos tristes, confusos, angustiados o impotentes, pero algunos duelos se vuelven complicados de superar. El duelo es un proceso activo, lo que significa que va cambiando a lo largo de las semanas. Las emociones, los pensamientos, todo va modificándose con el paso de los días, la herida debería ir poco a poco sanando. Todos nosotros viviremos más de un duelo a lo largo de nuestra vida, pero cada uno será diferente.
Generalmente cuando pensamos en un duelo nos viene a la cabeza el duelo por fallecimiento, pero no es el único. Pasamos por un proceso de duelo siempre que sintamos que hemos perdido algo que es irremplazable: un trabajo, una pareja, la emancipación de tu hijo, pérdidas evolutivas (decir adiós a la adolescencia o a la juventud)…
Superar el duelo no significa olvidar, pasar página o dejar de querer a la persona, solo supone un cambio y aceptación de lo que ha ocurrido. Algo así como sanar la herida. Siempre recordarás por qué la herida está ahí, pero llegará un día que deje de doler.
Existen diferentes tipos de duelos, algunos de ellos son:
Es el duelo que comienzas pasadas unas semanas, meses o incluso años después de la pérdida. Suele darse en personas que en el momento están ocupándose de otras cosas: que los hijos no sufran, cuidando a una madre, sacando adelante a la familia… Cuando la persona para de verdad y se da ese espacio que necesita comienza el duelo.
No siento, no sufro, no tengo emociones, no me enfrento. Se trata de los duelos en los que no nos permitimos sufrir y bloqueamos cualquier reacción.
Es aquel que comienza antes de que la muerte o separación haya ocurrido. Nos preparamos emocionalmente antes de que suceda la pérdida. Es común en diagnósticos de enfermedades sin cura.
La persona no acepta lo ocurrido, así que no avanza en el proceso de duelo. Niega la pérdida y permanece en estado de shock demasiado tiempo.
Cuando el entorno que rodea a la persona no acepta el duelo de ésta, ya que quizás les parece exagerado en tiempo o intensidad. A veces se da cuando el entorno se empeña en que la persona “deje de sufrir” y le exige ser feliz.
Suele aparecer cuando revivimos un duelo que no llegamos a superar tras una nueva situación de pérdida. Por ejemplo, cuando por la muerte de un tío, revivimos la muerte de un padre.
Aunque cada persona experimenta el proceso de duelo de forma distinta, suelen darse una serie de fases comunes, que podrán variar o darse en un orden diferente:
La duración del proceso de duelo es muy variable. Aunque no hay acuerdo real a la hora de considerar un duelo como patológico, podríamos decir que si a partir del año la persona sigue muy anclada en la pérdida y sigue sufriendo mucho es una alerta para sospechar que pudiera tratarse de un duelo patológico.
Como ya hemos dicho, el proceso de duelo varía mucho en cada persona. Hablamos de duelo patológico cuando se alarga en el tiempo, y a pesar del paso de los meses sigues sin encontrar razón para seguir viviendo, piensas que jamás lo superarás o te culpas cuando crees que empiezas a hacerlo. Si la soledad, la rabia, la tristeza, el aislamiento, la pena o la culpa se mantienen en la misma intensidad con el paso del tiempo, es buen momento de pedir ayuda. Lo natural es que cada una de estas emociones vaya perdiendo fuerza, se recoloquen para dar sentido a lo que pasó y si esto no ocurre muy probablemente estamos hablando de un duelo patológico.
También cuando hay una negación del duelo que se traduce en una falta emocional ante la pérdida: no sufres, no lloras, no sientes… Estos casos de bloqueo emocional también forman parte del duelo patológico, ya que no son adaptativos, porque lo que no se cura en el presente, duele en el futuro.
Hay algunos factores que están relacionados con la dificultad para superar el duelo:
Los que transitan un duelo por suicidio, se enfrentan a muchas más emociones además de las ya mencionadas, especialmente la culpa. Es común asumir parte de la responsabilidad del suicidio, lo que crea una terrible sensación de culpa.
Que se haya tomado la decisión meditada de cesar el embarazo no quiere decir que no haya que exponerse a un duelo. Generalmente se intenta todo lo contrario, mirar a otro lado y seguir caminando, pero es importante vivir el duelo.
A veces restamos importancia a este duelo. Tanto si es en las primeras semanas como más avanzado es importante sentir la pérdida y dar forma a las emociones que estás sintiendo.
En este tipo de duelo la fase de negación suele ser más larga ya que tu mente no acaba de asimilar lo que ha sucedido.
Es el proceso de duelo por la pérdida de tu bebé a partir de las 22 semanas de gestación o de un recién nacido en sus primeras semanas de vida. Todavía recuerdo mi primer caso de duelo por muerte perinatal. Recuerdo el dolor de sus padres, su angustia. Esto ya os lo contaré otro día, pero me parece importante destacar la desatención a nivel sanitario y la total incomprensión social para quien lo padece.
Hablo de él como un duelo diferente porque tiene características que lo hacen complejo. Unido a la gran incertidumbre que estamos sintiendo cada uno de nosotros, vivir un duelo en un momento donde los abrazos, besos y vida social están casi prohibidos se hace aún más difícil. Los rituales tal y como los conocemos se han visto afectados y los vínculos sociales también, lo que hace muy difícil superar la pérdida.
Mientras estés viviendo un duelo considerado adaptativo, con las fases de las que hemos hablado anteriormente, bastaría con sentir y conectar con tus emociones. No es cuestión de que se vaya rápido, como muchos de vosotros me decís, si no que se vaya bien.
A veces superar la pérdida se vuelve complicado por otras razones. Es común que la culpa nos dificulte el proceso de duelo. Por ejemplo, culpa por no habernos podido despedir o porque tenías algún conflicto no resuelto con esa persona.
Si es tu caso, y el duelo se está alargando en el tiempo o crees que estás sufriendo tanto que necesitas un acompañamiento en el proceso es hora de pedir ayuda.
El EMDR, es una de las mejores técnicas para superar un duelo. Es una técnica novedosa que vuelve a tu pasado para darle forma a tu herida, entenderla y curarla. Una vez tu cerebro ha entendido y ordenado los acontecimientos, qué y cómo pasó y los sentimientos y emociones son aceptados, es hora de afrontar el presente sin que duela.