Violeta tiene 38 años. Madre de una niña de 3 años, viene a consulta porque después de una infancia difícil que creía superada, se ha dado cuenta que a raíz del nacimiento de su hija, no para de pensar en recuerdos de cuando era niña. Recuerda las humillaciones y los malos tratos por parte de su madre, y el pasotismo de un padre ausente que no ayudaba a que la situación mejorase. Se siente ansiosa, insegura, no para de repetirse que no es válida, que no va a ser una buena madre, duerme mal y los días cada vez son más y más duros.
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El trauma es la huella que dejan las situaciones percibidas como intensamente duras y que, por diferentes razones, no pudieron superarse en el momento que sucedieron. Si no fueron bien gestionadas, entendidas y superadas en ese momento, es bastante probable que tenga consecuencias en tu día a día. Quizás en forma de recuerdos o quizás en la percepción que tienes de ti mismo. Es esa herida psicológica que duele en el presente aunque el evento ocurrió en el pasado.
Existen métodos novedosos y rápidos para trabajar los traumas, entre ellos el EMDR, que diferencia entre los llamados “traumas con T mayúscula” (un abuso sexual, vivir un atentado, el ataque de un perro, una operación) y los “traumas con t minúscula” ( vivir la separación de tus padres cuando eres pequeño, insultos a lo largo de tu época escolar por parte de tus compañeros, la exigencia excesiva por sacar buenas notas en la universidad, insultos o malas formas de tu pareja…) Las pesadillas, pensamientos recurrentes sobre lo que pasó, flashbacks, ansiedad… son algunos de los síntomas y con un tratamiento personalizado pueden ser superados.